Potosí es un resumen de la avaricia humana. Dice la leyenda que en 1545 un pastor al que se le había perdido una llama prendió un fuego para pasar la noche y de las rocas se fundieron hilos de plata, «descubriendo» así una montaña llena de plata.
Así nació Potosí, una ciudad que en el siglo XVII tenía 160.000 habitantes (¡más que Londres!) y un montón de españoles ricos viviendo a todo trapo. Las cifras ponen los pelos de punta: en dos siglos 16 millones de kilos de plata fueron hacia Europa dejando el monte pelado y 8 millones de nativos muertos «tragados» por el monte.
Potosí me gusta bastante: es una ciudad con mucha gente joven y movimiento en la calle, con edificios coloniales bonitos y mal conservados y calles estrechas. Los buses, que exhalan humo negro, hacen aún más emocionante respirar a los 4000 metros de altura a los que se encuentra la ciudad.
Decido pasear por la ciudad y la montaña me atrae como un imán con sus colores rojos, verdes, naranjas. En el pasado, los españoles vivían en un barrio separado de los nativos, que eran llevados de lejos para trabajar dentro de las minas. En el imperio incaico se practicaba la «mita», que era el pago de impuestos en forma de trabajo, y los españoles tergiversaron este concepto para tener mano de obra barata para extraer plata.
Un tour a las minas de Potosí
Visito las minas en un tour por 70 bolivianos, con una familia de Panamá y unos argentinos muy simpáticos. Nuestro guía Álvaro nos lleva a un barrio donde venden muchas cosas para los mineros: ¡herramientas, vagonetas, ropa, cascos! Por 12 bolivianos, menos de 2 dólares, compramos hojas de coca, cigarros llamados «pitunchos», un alcohol de caña de azúcar de 96 grados y sprite para dar a los mineros. También compramos dinamita y nitrato de amonio por 20 bolivianos.
Los mejores filones de plata se agotaron hace trescientos años, pero ahora todavía se extrae en menor cantidad, junto con estaño, zinc y plomo. Actualmente, hay 49 cooperativas trabajando en la montaña, con unos 400 accesos, y unos 7500 trabajadores, menos que hace años, ya que el precio de la plata ha bajado.
Nosotros exploramos una mina colonial, la del Rosario Bajo, abierta en 1669 y que todavía está activa. Al entrar, se oye el ruido del aire de los compresores y las tuberías de agua a nuestro lado. Nos vamos apartando para que pasen las vagonetas pesadas que mineros estiran y empujan. Vigas de eucalipto llamadas «callapos» se curvan bajo el peso de la tierra, indicando si un túnel quiere colapsar.
Puedes ver un vídeo de la aventura aquí:
El túnel es bastante bajo y como mínimo me doy 5 cabezazos, ¡suerte del casco! Más tarde llegamos a una zona más cálida que huele fuertemente a azufre y ayudamos a unos mineros a empujar la vagoneta. Nos quedamos sin aire en un santiamén. Aquí el ambiente es algo claustrofóbico, se respira un aire cálido y pesado con polvo suspendido.
Visitamos el «Tío», que es como un demonio protector de los mineros al que hacen ofrendas. Viene de la palabra «Dios», que pronunciada por los mineros en quechua, era pronunciado «Tius». En el pasado, era una figura para controlar a los mineros nativos, ya que los españoles nunca entraban en la mina. Actualmente, le ofrecen cigarrillos y ponen coca en el pene para tener más productividad y en la cabeza para pedir mayor concentración de mineral.
Museo de la Casa de la Moneda
Por la tarde voy al Museo de la Casa de la Moneda, en el centro de Potosí. Es muy interesante porque es el sitio donde se acuñaba la moneda de la corona de Castilla, una especie de moneda global en los siglos XVI y XVll para América y buena parte de Europa.
Esclavos africanos fundían la plata a 900 grados, usando «yareta» (planta con forma de almohada de la puna) y otros vegetales bolivianos mezclados con excremento de llama.
Con los «molinos de sangre», hechos de encina, y activados por mulas argentinas, allanaban los lingotes de plata que después perforaban para hacer la moneda, 95% de plata y 5% de cobre, llamada «Real». Una vez Bolivia fue independiente empezaron a acuñar el «Sueldo».
Realmente Potosí es un lugar que impresiona, podéis ver más fotos en el album de Google Potosí.
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