Aprovechando que hace buen tiempo, lo que puede durar poco a Patagonia, empiezo el circuito por las Torres. Conozco a Llerson, un santiaguino muy simpático, y el día siguiente nos levantamos temprano (a las 3) para llegar al mirador y ver la salida del sol. ¡Espectacular!
Después continúo el circuito en sentido antihorario, pasando por la estepa y luego viendo glaciares, como en la fantástica zona del lago Dickson.
Uno de los días más espectaculares es el que sube el collado Gardner y se ve el glaciar Grey por primera vez, una masa inmensa de hielo de 28 km de largo y 6 de ancho. ¡Increíble! Aquí va un vídeo del sitio, sin palabras!
Y al final del glaciar hay un lago precioso con icebergs.
Después retomo la W, con mucha más gente, pero lugares escénicos como el valle del francés.
Torres del Paine es como un camino de Santiago donde en lugar de llegar a una iglesia, se llega a unas paredes de granito. Va gente de todo el mundo, y sobre todo, chilenos, muchos de ellos con mochilas con cosas colgando por todas partes.
Hay un ambiente de camaradería entre gente experimentada y gente que camina durante más de un día por primera vez, y campamentos muy básicos, o campamentos equipados con duchas y refugios.
Está un poco masificado, pero una de las mejores cosas es la gente que se conoce, todos ellos con motivos muy diferentes para caminar.
Freda, de New York. Descansa en la sombra de un árbol mirando el paisaje mientras sus amigos suben a ver las Torres. Charlamos un rato y me declara: «los chilenos se quejan de su país, los argentinos tampoco están contentos con el suyo y tú tampoco. Y yo soy de Nueva York y tampoco estoy contenta con el mío… Entonces me pregunto… ¿Dónde está la gente contenta con su país?». ¡Parece talmente que la gente se ilumina bajo los árboles!
Llerson, Santiago de Chile. Hemos subido en la madrugada a la base de torres del Paine y esperamos que salga el sol. Unos israelitas muy jóvenes escuchan música electrónica y gente va llegando con frontales en la cabeza. Llerson me dice sonriendo: «Chile es un ají», con los dedos paralelos, dibujando la forma de su país y jugando con el significado de la guindilla, que en chileno se llama ají, y la forma de su país.
Hugo, Vale, Yayo, chilenos. Estudiantes de biología, los conozco el campamento del Paso. Muchos universitarios chilenos muy simpáticos hacen el camino de las torres. Charlamos un rato, ¡y Yayo sabe hablar un poco de catalán que aprendió en una asignatura optativa en Santiago!
Koshiro y Rika, de Japón. Están viajando por América del Sur. Siempre muy sonrientes, cocino con ellos y alucino con el super hornillo que tienen de una marca nipona que nunca había visto, y maldigo mi MSR, que siempre falla en el momento más inoportuno.
Cuernos y Torres del Paine |
Una vez terminada la excursión cojo el bus para continuar viajando hacia el norte, para cruzar de nuevo a Argentina y ir al Calafate, zona de glaciares y lagos de colores azules eléctricos.
Más fotos en el álbum Torres del Paine
Deja una respuesta