Llego a Cartagena y me encuentro con mi amigo Alejo y exploramos la ciudad. Me recuerda bastante a Cádiz, con su perímetro que da al mar y calles estrechas y cuadriculadas, con plazoletas como la de la Trinidad, llenas de vida, sobre todo por la noche, perfecto para beber «piñas coladas» y «mojitos».
Es una ciudad bastante turística, pero con encanto, ya que tiene muchos rincones y locales interesantes, como el café Coroncoro donde se puede desayunar sopa de pescado rodeado de «costeños», policías y algún guiri, o comer ceviche debajo de un árbol de caucho gigante, donde hay paradas donde lo preparan con tomate y un montón de botellas con diversos ingredientes, como por ejemplo, apio.
Subimos a explorar la Fortaleza de San Felipe, lugar de una interesante batalla entre los españoles y el pirata Drake. Desde aquí se ve la parte nueva de Cartagena, donde vive la mayoría de la gente. Alguien nos recomienda ir al barrio de la Popa para ver un barrio más popular, pero al final no vamos.
El volcán Totumo
El dia siguientetomamos un bus en el barrio de Cabrero que nos lleva hacia el norte hasta unos kilómetros más allá de Lomita Arena, donde pedimos que nos dejen. Desde allí caminamos un kilómetro para llegar al pequeño «volcán» de Totumo, en medio de un lago y de manglares. Del interior de la tierra sale calor termal y un barro muy denso que no permite que te hundas, una sensación muy extraña que disfrutamos rodeados de una abuela de Barranquilla que se quiere rejuvenecer y unos cuantos niños que flipan, al igual que nosotros.
Palomino y Cabo de la Vela
Por la mañana la gente se acerca al mar con cubos de agua que llevan a las casas para ducharse y los aseos. Rosa y Yazira nos venden «tinto», café con mucho azúcar, y descubrimos zumos de frutas desconocidas hasta ahora, como el «lulo» o el «zapote».
Como toda la electricidad se hace con generador, nos convencen para comprar dos litros y medio de gasolina y poder ver el partido de copa del rey Barça-Athletic, que vemos en el bar con los chicos del pueblo.
Puesta de Sol en Cabo de la Vela |
Vamos a caminar para visitar el faro, el «ojo de agua» y el «pan de azúcar», con buenas vistas y turistas de Bogotá que se quieren hacer fotos con nosotros.
Vista desde el Pan de Azúcar |
Dormir en una hamaca no es tan fácil como parece |
¡También aprendemos a dormir en una hamaca, no es tan fácil como parece! Por la postura, el frío de la madrugada y sobre todo por los colombianos de vacaciones que abren el maletero del coche donde tienen unos potentes altavoces que escupen «vallenato» y «reggeaton» y convierten el camping en una discoteca en un santiamén.
Aventura hacia Punta Gallinas
Al día siguiente salimos cuando aún es de noche para ir a Punta Gallinas, el punto más septentrional de Sudamérica. Hay que ir en tour, ya que solo se llega en 4×4, atravesando zonas desérticas y embarradas. Conocemos a Andrea y Caro que nos acompañan en la aventura.
Niña Waiu intentando cobrar peajes |
Niños y niñas Waius hacen peajes con cuerdas, que bajan a cambio de unas frutas o galletas, y también venden sandías, caracolas y camarones. Algunos colombianos nos dicen que las empresas que extraen carbón de la zona han desviado el río, haciendo que muchos pueblos se hayan quedado sin la poca agua que tenían.
Niños Waius en Punta Gallinas |
Punta Gallinas |
Al día siguiente volvemos hacia el sur y Eulyses, nuestro conductor, rescata a varios vehículos atrapados en el barro.
Rescate de coches encallados en la Guajira |
Eulyses nos lleva a buen puerto con su Super Jeep |
Llegamos hasta Río Hacha, un pueblo tranquilo y acogedor con gente que toma el fresco en sillas en la calle y turismo mayoritariamente local, donde celebramos con Carol y Andrea esta gran excursión, comiendo en «la casa del marisco».
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